sábado, 3 de abril de 2010

Pues si, tienes razón, no voy a negártelo, pero no todas las cosas tienen siempre un sentido comprensible por la razón, esto es un hecho innegable que hay que aceptar. Sin embargo si me tuviera que molestar en pensar vanales -porqués-, te diría que llega un momento en la vida de todo hombre en el que uno se cansa. Se cansa de recibir patadas, se cansa del dolor, se cansa de la traición, de la humillación, del rechazo...
No me refiero a un dolor físico, efímero; me refiero a esa clase de dolor que una vez efectuado por otro perdura en un rincón de tu masa encefálica, permanece agarrado como una garrapata a tu ser, como un miedo, un trauma profundo claveteado en tus sienes. Entonces llega el momento en la vida de algunos hombres, en el que deciden ser valientes, deciden echarle cojones, deciden que ya nadie les va a hacer daño porque solo van a hacerse daño ellos a si mismos. Se convierten en unos hijos de puta, unas máquinas mortíferas; viven para machacarse y en el automachacarse encuentran un sentido. Cuando no hay nadie peor que tú, cuando no hay mayor enemigo que tú mismo, eres indestructible, todo lo demás es mierda; sufres, pero todo queda en ti, y al menos tienes un respiro. Ya no te putean porque nadie puede putearte más que tú. Recibes la misma mierda, pero toda la mierda se queda en casa. Ya no tienes que llorar ni llevar esa mierda de royo autocompasivo de "oh pobre chico puteado por la sociedad". Tú lo has decidido, has tomado el control, no vale compadecerse, no vale mirar atrás, no valen las lágrimas y no vale quejarse. Puedes llevar la cabeza alta, con orgullo. Puedes sentirte fuerte en tu miseria. TU miseria, y no la miseria que te generan otros.
Esa es la razón, ese sería el vanal motivo que normalmente no me molestaría en explicar.

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