sábado, 12 de septiembre de 2009

La admiración por la gente, tarde o temprano siempre acaba cayendo.
Yo ultimamente jamás sentía admiración por nadie, como mucho, tan solo un cierto respeto.
Las características inherentes al -ser- humano eran demasiado visibles para mi estricta consideración de la virtud pura. La virtud pura, osease en mi filosofía la ausencia por entero de debilidad.
Y todos somos débiles, eso, sin duda. Pero algunos es que lo son de la forma más superficial y estúpida... Entonces llego a la cruda conclusión de que ya no me queda ni un poquito de respeto que sentir por nadie.

No quiero que se me malinterprete, ni mucho menos. Yo no soy una "virtuosa", pero al menos abandero mis defectos, no los llevo con orgullo, pero tampoco los maquillo, ni les doy una vuelta de rosca disfrazandoles de virtudes; no voy por ahí creyendome un alma superior en medio de una horda de mentes supérfluas. Eso es, lo que ahora, realmente me da muchísima risa.

Ya no sé,
que más cosas estúpidas me quedan por ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario